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Orientación educativa familiar e inteligencia emocional: Manual para padres (Parte II)

La familia es la unión de personas con un proyecto de vida en común, es el resultado de la estructura y dinámica imperfecta de las individualidades que la componen y su relación, es un escenario de recíproco apoyo, de aprendizaje, y de presencia entre generaciones diferentes y cuyas funciones básicas, como lo indica Maganto (2004), es el amor y la autoridad. Ambas interaccionan y se complementan mutuamente, considerando que el ejercicio de estas funciones exige trasformaciones a través del tiempo, ajustándose en cada momento al crecimiento y desarrollo evolutivo de los miembros que componen el sistema familiar.

1.2 La educación familiar y orientación Educativa Familiar.
La Orientación Educativa está cobrando cada vez más importancia en la vida familiar, así como en los contextos comunitarios y sociales, por la necesidad que sienten muchas familias de recibir formación para cumplir adecuadamente su rol educativo y parental con respecto a sus hijos.

Esta tarea demanda la concurrencia de profesionales y personal entrenado para acompañar a los padres de familia. Por ello, la orientación educativa, desde las ciencias de la educación, intenta suscitar el desarrollo de condiciones adecuadas para la promoción del desarrollo integral de todos los miembros del grupo familiar, tanto de los niños, como de los adolescentes y los adultos. Tiene una finalidad fundamentalmente, preventiva y de desarrollo, no tanto terapéutica. Actúa en contextos educativos formales y no formales, desde un enfoque de formación (Amaya. y Becedóniz., 2009).

Como lo señalamos anteriormente, un contexto significativo de intervención para el orientador educativo es la familia, reconociéndolo como uno de los contextos más influyentes de la sociedad. De allí el surgimiento de la Orientación Educativa Familiar (OEF) como ámbito de estudio de los diversos profesionales de educación. Para Vallina D. (s/f) la Orientación educativa familiar es una disciplina que potencia y fomenta la formación de las personas que tengan una responsabilidad en la educación familiar.

Los efectos positivos que se derivan de esta orientación, no se agotan en el grupo familiar como estructura básica de la sociedad, sino que trascienden a la formación de la ciudadanía. De allí la relevancia de la educación familiar desde la orientación educativa familiar que en nuestro caso se realiza a partir de la Psicología Educativa.



Fig. 2. Esquema sobre la Orientación Educativa Familiar. Creación del autor (2019).

Continuando con Vallina (s/f), la orientación educativa familiar es una ayuda para los padres como primeros educadores de sus hijos, además de su propia mejora personal y matrimonial, por lo tanto, los objetivos de la OEF que nos ayudan a lograr para nuestra propuesta son los siguientes:

1. Aprender a conocerse a uno mismo y a los demás mediante el desarrollo de competencias emocionales para el bienestar personal y grupal
2. Promover el desarrollo familiar, principalmente en las transiciones más significativas a lo largo de la vida y en los diversos contextos educativos y de desarrollo de la vida familiar.
3. Facilitar la construcción de un proyecto familiar que les permita afrontar y resolver los conflictos para que la familia pueda generar una convivencia positiva.
4. Potenciar el desarrollo de las competencias parentales para implementar estilos educativos que accedan a enriquecer y fortalecer el bienestar individual y grupal de la familia.

Retomando a Barudy (2009) a Las competencias del orientador educativo familiar son definidas como la capacidad efectiva para realizar la planificación e intervención familiar, van más allá de los conocimientos teóricos y procedimentales para realizarlas, engloba además un conjunto de actitudes personales necesarias para una actuación óptima entre las que destacan:

1. Actitud no discriminadora hacia las familias a partir estereotipos vinculados a condiciones de vulnerabilidad (pobreza, delincuencia y drogadicción.).
2. Autoreflexividad permanente en relación a su experiencia familiar, y a su quehacer profesional desde una dimensión ética.
3. Capacidad de responsabilizarse por la intervención a partir de un compromiso efectivo con las familias.
4. Capacidad de colaboración y trabajo en equipo con otros profesionales y redes de apoyo familiar (públicas o ONGS).

Para finalizar este punto, es importante señalar que en este trabajo vamos a partir del primer objetivo de la Orientación Educativa Familiar que implica aprender a autoconocerse emocionalmente desde ese rol paterno o materno y a partir de ello, conocer las emociones de los demás en especial de sus hijos, para gestar un clima de convivencia positiva para el desarrollo personal y grupal de cada miembro del grupo familiar y así lograr los demás objetivos. Proponemos para lograr estos objetivos un manual para trabajar talleres con la intención de que los orientadores tengan una herramienta de formación que permita promover el desarrollo de las competencias emocionales en lo familiar.



2. El Desarrollo Emocional en la Familia.
La familia es la unión de personas con un proyecto de vida en común, es el resultado de la estructura y dinámica imperfecta de las individualidades que la componen y su relación, es un escenario de recíproco apoyo, de aprendizaje, y de presencia entre generaciones diferentes y cuyas funciones básicas, como lo indica Maganto (2004), es el amor y la autoridad. Ambas interaccionan y se complementan mutuamente, considerando que el ejercicio de estas funciones exige trasformaciones a través del tiempo, ajustándose en cada momento al crecimiento y desarrollo evolutivo de los miembros que componen el sistema familiar.

Así mismo como espacio afectivo de convivencia puede generar encuentros gratos con seres queridos con los cuales los vínculos emocionales generan un sentido de confianza y de pertenencia, o por el contrario momentos de dificultad en los que la convivencia y el entendimiento de unos con otros, así como el manejo de las emociones que tienen lugar ante una discusión, un conflicto o un cambio que se convierte en un reto para la familia.
La convivencia familiar es compleja, de allí la necesidad de que los padres tomen conciencia de la importancia de educar las emociones en los miembros de la familia en especial la de sus hijos. El desarrollo socio-emocional de los niños, adolescentes y adultos se construye a través de procesos de enseñanza- aprendizaje, en primera instancia a partir de la forma en que regulan y gestionan sus propias emociones los padres de familia, además de otras personas que conforma el espacio de convivencia familiar.

La paternidad y la maternidad consciente, asume como responsabilidad la tarea de educar emocionalmente a los hijos. Para conseguir que los niños y adolescentes desarrollen sus competencias emocionales será, por lo tanto, imprescindible que los padres cuenten con la suficiente información y formación como para poder desarrollarla en sí mismos, como parte trascendental de las competencias parentales, que a decir de Dantagnan y Barudy (2009). Dentro de estas competencias parentales destacarían la capacidad de apego y empatía relacionada con los recursos emotivos, cognitivos y conductuales que tiene los padres o cuidador es para apegarse y sintonizar con el mundo emocional de sus hijos, desarrollando mecanismos de respuesta adecuado a sus necesidades.

Si los padres son maduros e inteligentes emocionalmente (competencias parentales) están facilitando el desarrollo de las competencias emocionales en sus hijos en la medida que los adultos las actúen en su vida cotidiana.

Cuando se establece en la familia relaciones emocionales positivas y equilibradas entre padres e hijos, entre hermanos y los esposos, los miembros pueden relacionarse consigo mismo y con los demás, en forma saludable permitiéndoles desarrollar su inteligencia emocional.

2.1 La Educación Emocional en la Familia.
La finalidad de la educación es el pleno desarrollo de la personalidad integral del individuo. En este desarrollo pueden distinguirse como mínimo dos grandes aspectos: el desarrollo cognitivo y el desarrollo emocional. A la escuela se le ha instituido socialmente para promover desarrollo cognitivo de las personas, y la familia como la institución socialmente reconocida para educar en la afectividad (Chavarría, 1990).

Si bien reconocemos en la escuela y la familia el predominio de algunos de los aspectos de desarrollo humano. En este trabajo queremos enfatizar la labor conjunta de los docentes, tutores y orientadores con los padres de familia como corresponsables del desarrollo integral de niños, adolescentes y jóvenes.

La primera escuela de aprendizaje emocional es la vida familiar. Porque los padres son el principal modelo de referencia para sus hijos, lo ideal sería, por tanto, que los padres de familia comiencen a instruir su propia Inteligencia Emocional para que sus hijos puedan adquirir las competencias emocionales necesarias para su desarrollo. En palabras de Shapiro (1997), los padres ya no pueden permitirse el lujo de criar y educar a sus hijos basándose meramente en la intuición o en la moda de crianza, para educarlos, deben recurrir a un cuerpo de conocimientos científicos sobre el desarrollo emocional humano, para tomar decisiones bien informadas que facilite en el bienestar cotidiano de sus hijos.

De allí la importancia en educar las emociones en el grupo familiar visto como ese espacio afectivo ideal para desarrollar las competencias emocionales en niños, adolescentes y adultos como necesario complemento del desarrollo humano integral a lo largo de la vida y en corresponsabilidad con otros espacios educativos, principalmente la escuela.

La Educación emocional como teoría científica, debe ser entendida como un proceso educativo, continuo y permanente, que pretende potenciar el desarrollo emocional como elemento indispensable del desarrollo cognitivo, construyendo ambos los elementos esenciales del desarrollo de la persona integral. Se propone así el desarrollo de conocimientos y habilidades sobre las emociones con objeto de capacitar al individuo para afrontar mejor los retos que se plantean en la vida cotidiana (Bisquerra, 2001).

El objetivo de la educación emocional es el desarrollo de las competencias emocionales (Bisquerra, 2001). Para este autor, las competencias emocionales se basan en la inteligencia emocional, si bien integran elementos de un marco teórico más amplio. (varios enfoques y autores, desde diferentes paradigmas educativos).

Para Bisquerra (2013) Las competencias emocionales son: el conjunto de conocimientos, capacidades, habilidades y actitudes necesarias para tomar conciencia, comprender, expresar y regular de forma apropiada los fenómenos emocionales.

Cabe señalar que estas competencias no son cualidades innatas, sino habilidades aprendidas, cada una de las cuales aporta una herramienta básica para potenciar el bienestar personal y social de las personas, en los diversos contextos de interacción (familia, escuela, comunidad)

Pero la educación emocional no debe enseñarse exclusivamente en el ámbito escolar porque son muchos los contextos (familia, el grupo de iguales, la comunidad, etc.) que intervienen puesto que en todo momento estamos relacionando con otros a través de las emociones. La familia como primer contexto socialización también debe saber enseñar una buena educación emocional.

Acerca de la educación emocional en la familia Punset (2008) señala que la educación emocional para los padres significa llegar a comprender los sentimientos de los hijos y ser capaz de guiarlos. Cuando los padres ofrecen empatía a sus hijos y les ayudan a enfrentarse a las emociones negativas, como a la ira, la tristeza o al miedo, se crean lazos de lealtad y de afecto entre padres e hijos. La obediencia y la responsabilidad fluyen entonces con mayor naturalidad desde el sentido de conexión que se crea entre los miembros de la familia. Para los hijos la inteligencia emocional se traduce por la habilidad de controlar las emociones, motivarse a sí mismos, comprender las señales emocionales de los demás y mantener el equilibrio durante las épocas de cambios.

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